jueves, 17 de abril de 2014

Ahora sí, el coronel ya no tiene quien le escriba.

Murió Gabo, Gabito, mi escritor preferido. Aquel que conocí hace muchos años en el colegio gracias a Lily, la alocada profesora de lengua y literatura. Primero nos hizo leer El coronel no tiene quien le escriba, para familiarizarnos con este gran personaje; aun recuerdo ir al parque Centenario a comprarlo; pero después vino el golpe bajo con la tremenda historia de vida de Sierva María de Todos los Ángeles, “la niña de cabellera esplendida que medía veintidós metros con once centímetros”. Del amor y otros demonios, una novela poco comentada a la hora de ejemplificar por los medios de comunicación, pero que en casa, tanto mamá como hermana compartíamos de haber leído. Crónica de una muerte anunciada fue la tercera que leí, ya que fue la elegida por Lily para que mi hermana leyera en el colegio, ahí me di cuenta de que no iba a poder esquivarlo nunca más. Pero había una novela, una que quería ser leída, pero no sucedía, hasta que el momento se presentó cuando el tío Salva me la regaló, ya que no se la llevó con él de vuelta a España, sino que me la dejó (aun conserva dentro el ticket donde solo le quedó impreso “Aeropuerto de Asturias”) para marcarme el camino y comprender que este escritor sería el que yo tendría en la cabeza ante la inminente pregunta… ¿Quién es tu escritor favorito?. De ahí en más y poco a poco, la colección en la biblioteca se fue ampliando, si bien faltan algunos, los primordiales, los principales, están ahí siempre esperando que los vuelva a leer, analizar, subrayar.
Para siempre nos quedará la familia Buendía, el famosísimo coronel y sus treinta y dos levantamientos fallidos, además de sus 17 hijos de diferentes mujeres; Rebeca que comía la tierra húmeda y la cal de las paredes; cómo un día Remedios, la bella “ascendió”; el inocente Santiago Nazar y sus tripas en sus manos; el insistente y eterno amor entre Fermina Daza y Florentino Ariza… Toda esa gente y mucha más, pero nadie olvidará donde todo inicio, ese lugar maravilloso denominado Macondo. Pero ¿vivió lo suficiente para terminar de contarla?


Gracias por hacernos imaginar y disfrutar tanto.