domingo, 24 de agosto de 2014

El viento sopla de un modo tal que parece el sonido de la flauta de un niño que no la sabe tocar… 

Aprovechando 2…

Aprovecho a escuchar el ruido de la lluvia. El golpe de las grandes gotas contra alguna chapa en la planta baja. Aprovecho a escribir nuevamente, aprovecho a escuchar otros ruidos, ya que la lluvia alerta a las personas de otro modo (pasos rápidos y fuertes, y ventanas que se cierran brutalmente, como si hubiese lluvia ácida en el exterior). Aprovecho a comparar aquellos días de sol que vivimos, donde me encantan por la luminosidad y la tranquilidad que aparentan generar, con los ruidosos días de granizo y tormenta que acepto desde aquellas primeras vacaciones en Piriapolis, donde no quedaba otra alternativa que contemplar. Aprovecho a comprender el cambio de sentido que ahora tiene la lluvia en mí. Aprovecho viendo desde la ventana a pensar que no podré salir por un rato y tendré que esperar a que pare un poco. Podes aprovechar a que se te crucen ciertas personas por la mente donde te las imaginas cruzando la gran avenida 9 de julio bajo este adorable granizo. Aprovecho para recordar que no tengo cebolla para preparar la salsa y, por lo tanto, pensar qué comeré. Aprovecho que paró para terminar de escribir.

domingo, 17 de agosto de 2014

Yendo a museos…

En una semana fui a dos museos que no iba desde mi edad escolar. El primero fue el MUSEO ARGENTINO DE CIENCIAS NATURALES BERNARDINO RIVADAVIA. El que está en el Parque Centenario. Destaco lo siguiente: un dinosaurio hecho con botellas de plástico. El resto, “en restauración”. Mientras tanto, los descoloridos animales embalsamados y los cartelitos primitivos escritos a máquina en las vitrinas de los insectos. Bueno, no quiero ser tan mala en los detalles, la tecnología trajo pequeñas figuras holográficas de personajes históricos contando al visitante un poco de historia. Más allá de todo, difícil tarea la de entretener a los niños de estos tiempos…

El otro fue el Museo de Calcos y Escultura comparada Ernesto de la Cárcova ubicado en la costanera sur. A éste solo fui una vez y en mi último año de primaria, por ende, me lo imaginaba más pequeño de lo que es. En 4 salas vemos reproducciones de piezas artísticas (algunas más conocidas que otras) del arte egipcio, oriental, griego, romano y precolombino. Por ejemplo, la monumental Victoria de Samotracia, la mítica Venus del Milo, una Cariátide del Erecteion, la ibérica Dama de Elche y, además, están Moisés y La Piedad de Miguel Ángel, algunos dinteles, partes de frisos, jeroglíficos egipcios y esculturas monolíticas del Perú, entre otras.
Pero en “diálogo” con las obras permanentes del museo, se encontraban de manera temporal intervenciones de tres artistas completamente diferentes entre sí: Manuel Ameztoy, Ernesto Arellano y Augusto Zanela. El primero, conocido por sus grandes diseños en papeles colgantes que intervienen salas de todo el mundo donde, en este caso, le tocó a la figura principal del museo, al gran David. El detalle más colorido y sorpresivo fueron las figuras de animé del segundo artista nombrado, hechas de cerámica policromada que nos encontrábamos por las distintas salas, pintadas con colores bien chillones contraponiéndose a las piezas clásicas calcadas. Estas contrastaban muy bien para comparar técnicas y materiales viejos con los nuevos. A su vez, se diferenciaban a los “nuevos héroes contemporáneos” con los dioses griegos, emperadores y figuras bíblicas que antes se representaban en gran cantidad. Por último, nos encontramos con un artista ligado a las ilusiones ópticas; en el techo del museo, pudimos ver una imagen creada a partir del gran efecto de la anamorfosis.  
“El enorme David de Miguel Ángel no entendía nada. Podíamos observar su preciosa cara de espanto, ya que antes de matar al Goliath, Astroboy estaba allí”. 

Aprovechando…

Aprovecho a levantarme temprano para escuchar a los pájaros cantar, algo que raramente oigo, excepto por el murciélago molesto de todas las noches; ya sé que no es un ave, pero tiene alas y aunque sea un mamífero, algún eslabón perdido hay por ahí. Aprovecho que no ladra el perro molesto del vecino ni el otro perro perdido que le contesta por ahí. Aprovecho el ruido incómodo del silencio, donde los autos aun no han despertado. Aprovecho que la radio del vecino sordo aun no me ensordece. Aprovecho la luz del sol que ilumina este día precioso y hace que disfrute el estar en casa como siempre quiero estar cada vez que cierro la puerta para ir a trabajar. Aprovecho a escribir luego de desayunar. Aprovecho la inspiración que no siempre está, porque esta vorágine en la que vivimos se la come en pedacitos, por eso, aprovecho este momento calmo, donde el celular no sonará ni un noticiero estropeará mi positividad. Solo aprovecho el ruido de las palabras y las historias que apresuradamente y todas juntas a la vez quieren salir.