Me
di vuelta y estaba la luna a plena luz del día. Redonda y en lo más bajo, estaba
camuflada en el cielo azul y despejado de la mañana soleada. Imperante frente a
la ciudad, marcando territorio, alegando que son pocos los
afortunados que la ven, que algunos pocos saben que está ahí, que
muchos no se imaginan que nos está observando atentamente, que en un rato
partirá. La luna, testigo de momentos inolvidables. Contemplarla aunque sea
unos segundos de imprevisto alegra el momento. Solo el momento. Luego le
doy la espalda y sigo la marcha. Me ve partir. Sé que está ahí, deseando que
tenga un buen día. Deseándole lo mismo, fugazmente, me olvido del momento.
¨Luna lunera, cascabelera...¨. Hay qué mostrarle el culo a la luna llena y pedir tres deseos... Probamos??
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