Fuimos a comprar un
perchero. Pero volvimos a casa con una lámpara y un perrito. Por el costadito.
Del abandonado hospital que pareciera que no se merece otra fachada en pleno
barrio paquete de la ciudad, semejante mole marrón que parece un orfanato o templo
de monjas abandonado de esos donde se tejieron historias horribles que nadie
quisiera oír. El perchero era blanco, pero era incomprable. No era aceptado por
mi intuición. La lámpara parecía de nuestro estilo y sí era aceptada por mi
billetera. El perrito era blanco color perrito, no color perchero de madera, y
hacía días que esperaba allí, en la veterinaria que está en frente del
orfanato, del hospital, por eso volvimos por la calle del costadito. El perrito
parecía bueno y contento, pero resultó ser insoportable y su nombre era
Oportuno, aunque había días que era bastante Inoportuno. Quizás por eso no nos
soportaba. Camino a casa, un pasaje no precisamente salido de una ciudad de
Europa, pero un pasaje silencioso para regresar, con viviendas recicladas y un perdido local de decoración, más adelante, unas parrillas para hacernos
acordar que no es precisamente Europa y que acá se come toda la vaca.
sábado, 28 de junio de 2014
viernes, 20 de junio de 2014
Talento desperdiciado
Con tantas
ansias esperan todos los jugadores el mundial que cuando llega te pueden
devolver a tu paisito de un pasito.
Hace 4 años festejábamos que
España había salido campeón por primera vez. Emocionadas todas, principalmente
mi madre, salimos a celebrar por las calles de Capital. Con esa idea de mi
madre, creí que seríamos las únicas en el Fiat Uno gritando de alegría, pero
cuando llegamos al monumento de los españoles, vi que el sentido de pertenencia
no solo era nuestro. Había más gente que festejaba al igual que nosotras a los
gritos de “Viva España” y a los
bocinazos. No solo españoles que vivían acá, sino argentinos que se sienten ibéricos
también. Este año, solo dos partidos firmaron la debacle. Casi el mismo equipo
que había “revolucionado” el futbol en estos años con su manera de jugar, se va
con las manos vacías, con las caras llenas de vergüenza, dejando una desilusión
y decepción tremenda. Como dicen por ahí, no solo el rey abdicó…
Solo nos queda decir, “enhorabuena Felipe VI” .
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