Aprovecho a levantarme temprano
para escuchar a los pájaros cantar, algo que raramente oigo, excepto por el murciélago
molesto de todas las noches; ya sé que no es un ave, pero tiene alas y aunque
sea un mamífero, algún eslabón perdido hay por ahí. Aprovecho que no ladra el
perro molesto del vecino ni el otro perro perdido que le contesta por ahí. Aprovecho
el ruido incómodo del silencio, donde los autos aun no han despertado. Aprovecho
que la radio del vecino sordo aun no me ensordece. Aprovecho la luz del sol que
ilumina este día precioso y hace que disfrute el estar en casa como siempre
quiero estar cada vez que cierro la puerta para ir a trabajar. Aprovecho a
escribir luego de desayunar. Aprovecho la inspiración que no siempre está, porque esta vorágine en la que vivimos se la come en pedacitos, por eso,
aprovecho este momento calmo, donde el celular no sonará ni un noticiero
estropeará mi positividad. Solo aprovecho el ruido de las palabras y las
historias que apresuradamente y todas juntas a la vez quieren salir.
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