En una semana fui a dos museos
que no iba desde mi edad escolar. El primero fue el MUSEO ARGENTINO DE CIENCIAS
NATURALES BERNARDINO RIVADAVIA. El que está en el Parque Centenario. Destaco lo
siguiente: un dinosaurio hecho con botellas de plástico. El resto, “en restauración”.
Mientras tanto, los descoloridos animales embalsamados y los cartelitos
primitivos escritos a máquina en las vitrinas de los insectos. Bueno, no quiero
ser tan mala en los detalles, la tecnología trajo pequeñas figuras holográficas
de personajes históricos contando al visitante un poco de historia. Más allá de
todo, difícil tarea la de entretener a los niños de estos tiempos…
El otro fue el Museo
de Calcos y Escultura comparada Ernesto de la Cárcova ubicado en la costanera
sur. A éste solo fui una vez y en mi último año de primaria, por ende, me lo
imaginaba más pequeño de lo que es. En 4 salas vemos reproducciones de piezas artísticas
(algunas más conocidas que otras) del arte egipcio, oriental, griego, romano y
precolombino. Por ejemplo, la monumental Victoria de Samotracia, la mítica
Venus del Milo, una Cariátide del Erecteion, la ibérica Dama de Elche y, además, están Moisés y La Piedad de Miguel Ángel,
algunos dinteles, partes de frisos, jeroglíficos egipcios y esculturas
monolíticas del Perú, entre otras.
Pero en “diálogo” con las obras
permanentes del museo, se encontraban de manera temporal intervenciones de tres
artistas completamente diferentes entre sí: Manuel
Ameztoy, Ernesto Arellano y Augusto Zanela. El primero, conocido por sus grandes
diseños en papeles colgantes que intervienen salas de todo el mundo donde, en este
caso, le tocó a la figura principal del museo, al gran David. El detalle más colorido y sorpresivo fueron las
figuras de animé del segundo artista nombrado, hechas de cerámica policromada
que nos encontrábamos por las distintas salas, pintadas con colores bien chillones contraponiéndose
a las piezas clásicas calcadas. Estas contrastaban muy bien para comparar técnicas
y materiales viejos con los nuevos. A su vez, se diferenciaban a los “nuevos héroes
contemporáneos” con los dioses griegos, emperadores y figuras bíblicas que
antes se representaban en gran cantidad. Por último, nos encontramos con un
artista ligado a las ilusiones ópticas; en el techo del museo, pudimos ver una
imagen creada a partir del gran efecto de la anamorfosis.
“El enorme David
de Miguel Ángel no entendía nada. Podíamos observar su preciosa cara de espanto,
ya que antes de matar al Goliath, Astroboy estaba allí”.
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