martes, 16 de noviembre de 2010

Hablemos de una ciudad… Hoy: LA PLATA

Pequeño comentario-trabalenguas ilustrado
Nuestro país: Argentina. El término proviene de argent que en francés significa “plata” (en realidad, viene del latín argentum, pero yo conozco algo del primero, no del segundo. Pero como todas las palabras latinas vienen del latín, casualmente…). Nosotros somos argentinos, tenemos varios ríos, pero al más importante lo denominamos Río de La Plata. La capital de la provincia más trascendental (Buenos Aires) es, justamente, La Plata, como el nombre del río, porque así lo dijo su fundador Dardo Rocha. “Como un río te llamarás y como capital regirás”, podríamos decir.
Para nada ambiciosos. ¡Oh, qué descubrimiento más maravilloso!

Inicio del relato/viaje
Domingo al mediodía, nublado, algunos durmiendo o preparando la comida, otros recién llegados averiguando un baño para hacer el número 1. Con mapa en mano para no perdernos en las revoltosas calles de la denominada “Ciudad de las diagonales”, emprendemos la búsqueda. Nos sentamos a comer, la arteria de asfalto que muestra la ventana donde estoy sentada, no sé porque razón me recuerda y transporta automáticamente a Maldonado, Uruguay (pero nada que ver). Emprendemos caminata y la primera parada es la plaza Moreno con la municipalidad enfrentada a la Catedral (literal y simbólicamente hablando, política vs. religión). De afuera presenciamos que la gran construcción de ladrillos posee un enorme ascensor último modelo en su interior. Entramos, su construcción gótica nos garantiza la presencia unánime de la luz sobre las grandes paredes blancas y los vitrales grandes y coloridos. Creyendo que podría estar cargada de representaciones religiosas, es más minimalista que cualquier otra. Vamos al museo que posee y, de repente, dentro del laberinto que parece ser, nos invade la fobia, estamos abajo y la catedral entera está sobre nuestras cabezas. Como parte de la visita, teníamos acceso al sorpresivo elevador que nos llevaría a detenernos en dos pisos: uno ubicado a 40 metros de altura y el otro a 60, ambos con dos vistas diferentes. 

Nos vamos al MACLA (Museo de Arte Contemporáneo de La Plata) que nos queda camino al Museo de Ciencias Naturales. Para mí punto de vista (de simple espectador, no como crítica), arte contemporáneo es sinónimo de “manifestaciones de arte” que no me imagino que existen y que los artistas hacen para sorprender al público y se quede pensando si pertenece o no a tal categoría (como muchas cosas que se pueden ver en ArteBa). Ya es la segunda vez que lo llamado “contemporáneo” me muestra pinturas nada más (en el Macro de Rosario me pasó lo mismo, y lo que creía que tendría éste lo terminó teniendo el Castagnino). No es que tenga algo en contra de las pinturas, pero quería algo más que eso. Decepcionante, pero la sorpresa vino en el camino. Yendo hacia la última parada del tour platense, vemos que algunas esculturas públicas habían sido intervenidas artísticamente por un grupo de estudiantes. Algo simpático para la vista que compensó cierta ausencia nombrada arriba. Para quienes no saben a lo que me refiero, “intervenir” artísticamente ciertos espacios u objetos forma parte de los “gestos artísticos” y expresiones surgidas a lo largo del siglo XX.



En el andar, presenciamos puestos de “chimichangas” en la puerta del zoológico, no sólo tenían panchos, pochoclos, peluches, sino que también habían cubanitos a sólo un peso. Sí, has leído bien, por sólo un peso -algo inexplicable para estas épocas- se puede comer algo rico. Llegamos al gran Museo de Ciencias Naturales, monumental arquitectura te recibe para que disfrutes de su acervo histórico; se ve un tanto oscuro en su interior, pero qué podemos esperar de un lugar que guarda y expone restos fósiles y animales embalsamados. Tiene sus cosas para destacar, como ser algunos instrumentos didácticos para que la gente disfrute, entienda y recuerde lo que está viendo (aunque algunos de ellos estaban apagados, por ende, causaba una instantánea desilusión). Un detalle visual: los cartelitos en las urnas con la tipografía están un tanto desactualizados y los estantes un poco sucios (quién sabe, quizás todo ésto sea a propósito para que forme parte del discurso de exponer el pasado y relacionarlo con el presente).

Nos dirigimos a la terminal en taxi, porque los pies no podían hacer un paso más; cómo no podría ser de otro modo, tenía que ser un desubicado conductor el que nos llevara y, encima, en un auto venido a menos. No se puede todo, por lo menos, no llovió ni hubo un sol radiante que nos sofocara.

5 comentarios:

  1. La Plata... cuantos recuerdos... momentos maravillosos vividos con intensidad...

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  2. LA PALABRA ES PLATA Y EL SILENCIO ES ORO!!

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  3. Salva R. Suárez: hoy estás hecho un libro de frases...

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  4. Viví dos años en La Plata, en los años 96 y 97. Una ciudad que recuerdo con cariño. Nunca más volví, me da pena en lo que se convirtió el Parque Peryra Iraola¨: un antro, testigo de tantas porquerías humanas. Era nuestro paseo gasolero los fines de semana.
    Todo cambia y todo se termina....

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  5. Y bueno, La Plata me causó una sensación extraña... No la "vendí" como Rosario, porque no me salió hacerlo así. En el relato expuesto se describió con otro sentido que también surgió de manera natural.

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